domingo, 18 de diciembre de 2011

La literatura: otro modo de desatar pasiones

Impudor literario: la clave de nuestra osadía bajo las sábanas

Es evidente que el deseo, bajo sus numerosas formas, consigue escapar siempre a la lógica y a la razón. Escondido a menudo allí donde menos uno se lo espera, no respeta regla alguna y derriba cualquier defensa que hubiésemos podido crearnos para protegernos de él.

Catherine Sauvat, gran conocedora de los mitos literarios de la literatura erótica y de seducción, nos invita a seguir de cerca los pasos de ocho personajes de ficción claves y ser así capaces de inspirarnos de ellos en la vida real. “Vivimos saturados de información, de explicaciones… Sin embargo, en materia de deseo, ese “algo” que nos sobrepasa sólo nos pertenece a nosotros”, explica la escritora. Es obvio que no podemos controlarlo y que se nos escapa, quizás la literatura pueda ayudarnos a acercarnos un poquito más a este fenómeno…

Unas páginas que abren de nuevo el camino hacia un mundo de turbación… cuando de repente, todo se tambalea y nada vuelve a ser como antes.

Jules y Jim – Henri-Pierre Roché

El deseo y la espera

Allí estaban ellos, temblorosos y castos. Y castos permanecieron toda aquella larga noche de amor. Al igual que las siguientes…

Argumento: Jules, un joven poeta alemán, y Jim, un intelectual parisino, son amigos. Jules conoce a Kathe, con la que terminará casándose, mientras que Jim vive en secreto su amor por la misma mujer.

El deseo y la espera. Un triángulo amoroso, una pareja que se rompe y la llegada de un tercero. “Es la manera en cómo esos dos seres impacientes y libres se imponen un tiempo de espera que no hace sino aumentar el deseo”, precisa Catherine Sauvat. Este comportamiento da lugar a un jugueteo amoroso que les permitirá acrecentar sus sentimientos.

Y para nosotros también: La espera es la historia que contamos. No se sabe qué es lo que va a pasar después. Es ahí donde entra en escena la imaginación abriendo una puerta necesaria a la fantasía. En una época en la que, por falta de tiempo sobre todo, estamos condenados a precipitarnos y a consumir, esa espera podría ser una forma de reconciliarse con el deseo. Como para darse una oportunidad para sentir lo que está pasando.

Las edades de Lulú – Almudena Grandes

El deseo y el desenfreno

Argumento: Lulú es una niña de quince años que sucumbe a los atractivos de Pablo, un amigo de la familia. Tras esta primera experiencia, Lulú alimenta durante años el deseo por ese hombre que volverá a entrar en su vida un tiempo más tarde.

El deseo y el desenfreno. Novela provocativa y cruda en la que, a través de las edades de la protagonista, Almudena Grandes nos acerca a diferentes formas de sexo. Lulú, niña eterna, acepta el desafío de prolongar indefinidamente, en su peculiar relación sexual, el juego amoroso de la niñez. Crea para ella un mundo aparte, un universo privado donde el tiempo pierde valor. Pero el sortilegio arriesgado de vivir fuera de la realidad se rompe bruscamente un día, cuando Lulú, ya con treinta años, se precipita, indefensa pero febrilmente, en el infierno de los deseos peligrosos.

Y para nosotros también: Sin llegar a la autodestrucción, evidentemente, podemos inspirarnos de esta obra para dejarnos llevar por el deseo y los sentimientos. Vivir nuevas experiencias no es sinónimo de inmoralidad siempre y cuando sepamos echar el freno y distinguir lo que nos conviene de lo que no.

Muerte en Venecia – Thomas Mann

El deseo y el desorden

La emoción lo forzó a huir de la luz de la terraza y lo llevó precipitadamente al lado contrario…

Argumento: Gustav von Aschenbach descubre, en el hotel del Lido donde está instalado, a Tadzio, un adolescente polaco dotado de una belleza extraordinaria.

El deseo y el desorden. Un escritor alemán de edad madura y firmes principios ve cómo su universo empieza a hacer aguas por la llegada de un joven polaco. “De repente, la estructura que se había construído en base a un ideal, una visión, puede romperse en añicos tras una simple aparición”, explica una sorprendida Catherine Sauvat. La ética, a la que se aferra el protagonista, desaparece con la simple aparición de un rostro, una luz, un gesto, que lo arrastran a un sentimiento de desconcierto que lo supera. Como sepultado por el deseo.

Y para nosotros también: El deseo es sinónimo de desorden y no nos deja posibilidad alguna de control. Por mucho que intentemos recuperar la cordura, consigue avasallarnos. “La obra nos demuestra cómo todo va más allá de una emoción estética, cómo todo depende de pequeños detalles”, explica Catherine Sauvat. Hoy en día, seguimos haciéndolo. Seguimos intentando darle un sentido o una explicación a lo que sentimos, por ejemplo, tras conocer a alguien. A veces nos domina la impresión de no ser nosotros mismos, de que el verdadero Juan, Ana o Carmen nos ha abandonado. Dejarle llevar entonces la voz cantante podría ser una buena oportunidad de disfrutar del placer que se nos presenta.

El animal moribundo – Philippe Roth

“Mientras converso así con ella, me pregunto cuánto más voy a tener que aguantar”.

Argumento: David Kepesh, de 62 años, es profesor de universidad y un amante empedernido de las mujeres. Una noche invita a cenar a una de sus alumnas, Consuela Castillo, de 24 años. La joven de origen cubano se maravilla ante los encantos del profesor, un manuscrito de Kafka…

El deseo y el instinto. Un hombre que juega a guardar las apariencias mientras que todo en él lo incita a ceder al placer. “Lo más interesante es cómo el instinto, el aguijón del deseo, está amarrado y bajo el control de la sociedad”, señala Catherine Sauvat. El protagonista de esta obra, llevada al cine por Isabel Coixet bajo el título de Elegy, se muestra púdico y galante a la vez que revela un salvaje deseo mientras los dos cuerpos se funden en uno solo. Tras sus dotes verbales, se esconde un cerebro reptiliano que sólo piensa en hacerla suya. Ella, consentidora, le sigue el juego haciéndole caer en la trampa de sus atributos femeninos.

Y para nosotros también: “A veces, el deseo al desnudo es más importante de lo que creemos. Por eso, deberíamos dejarlo aflorar tal y como es”, comenta Catherine Sauvat. Estas páginas muestran cómo nuestro deseo es prisionero de las convenciones. Sin embargo, más allá de las normas en vigor, la carne consigue expresarse. Simplemente hay que escuchar las señales de nuestro cuerpo y del otro.

Fuente: Yahoo Tendencias

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