viernes, 3 de febrero de 2012

¿Es necesario el sexo para la salud?

Imagen sin royalties: Couple looking romantic lying on bed

Desde la llegada de la revolución sexual y su doctrina de que el sexo ha dejado de ser “grave” (no hay que temer al embarazo, y el matrimonio ya no es necesario), se ha puesto de moda “tener mucho sexo” (coito)

De hecho, se nos dice muy a menudo que el “impulso” sexual debe expresarse regularmente para mantener un “sano funcionamiento”.

Desgraciadamente, la idea de que el sexo es necesario para la salud se ha convertido en un gran negocio. Las revistas ilustradas, los libros, la televisión con sus anuncios, emplean al sexo (o a la pareja feliz) para vender sus productos, algunos psiquiatras, consejeros, clínicas sexuales, películas y salas de masaje, todos en general, tienen intereses creados en la idea. Se nos recuerda constantemente el sexo en una u otra forma, y sutilmente se nos fuerza a hacerlo: “¿por qué usted no lo hace? Todo el mundo lo hace. ¡Súbase al carro! Usted se lo pierde si no sube!” (“Y quizás sea neurótico y esté, mentalmente poco sano.”) Muchas mujeres de mi estudio dijeron cosas como:

“Creo que nuestra cultura ha concedido al sexo demasiada importancia. Todo el mundo cree que todos los demás la pasan magníficamente bien y echando broma todo el tiempo. Dicho esto, creo que, en mi vida, el sexo ha asumido una correcta proporción, es decir, una expresión de amor entre nosotros; sin embargo, algunas veces todavía me siento acomplejada por el mito… puede que el hecho de hacer el amor sea para mí menos importante que para otras”.

Que se nos diga que debemos tener un “apetito” regular para el coito no coincide con lo que sienten la mayoría de las mujeres: los períodos de mayor interés en el sexo con un compañero para la mayoría de mujeres, fluctúan según la atracción por un individuo determinado y (en menor medida) de acuerdo con el ciclo menstrual. Muchísimas mujeres hicieron hincapié en que el apetito sexual hacia otra persona llega a hacerse realmente intenso solamente en relación al deseo por una persona específica, aunque, desde luego, podían gozar sexualmente en cualquier momento. Lo que provoca el despertar de este intenso deseo o amor hacia otra persona específica es muy personal y misterioso.

“Lo que más me hace disfrutar es realizar el acto sexual con personas hacia las que profeso ese sentimiento ‘especial’, porque, en tal caso, es cuando en realidad, no llegue a ser del todo un coito, pues es verdaderamente bello abrazar a alguien y sentir calor y amor hacia ese alguien”.

Por supuesto, no toda actividad sexual o relaciones físicas se basan en esta clase de atracción; algunas mujeres prefieren que las relaciones se basen más en la amistad que en la pasión. Pero siguen indicando claramente que su deseo de gozar del sexo con otra persona se basa normalmente en los sentimientos que experimenten hacia ella, y no simplemente en la pura necesidad mecánica del “desahogo”.

Nada tiene de particular pasar en la vida largos períodos sin actividad sexual (con o sin masturbarse). La mayoría de nosotras nos hemos pasado sin actividad sexual hasta alcanzar los quince, veinte o veinticinco años de edad. Por otra parte, también el embarazo, la viudez, la vejez o el estar “soltera” son muy a menudo períodos de celibato.

“Me divorcié hace un año y medio y durante ese tiempo no he sostenido mucha actividad sexual. En este momento de mi vida no es cosa realmente importante, y de todas formas no puedo hallar muchos hombres que me exciten lo suficiente como para acostarme con ellos. El sexo desempeña un papel muy poco importante en mi vida, y la verdad es que no lo echo nada de menos”.

“Soy soltera y mi vida sexual estable es conmigo misma, por decisión personal. En cuanto a las relaciones sexuales con otros, creo que las ansío cada dos meses más o menos, lo cual significa que llego a desear el contacto sexual con otro cuerpo lo suficiente como para que mis objeciones se minimicen. La mayor parte del tiempo creo que no deseo estar tan cerca de ningún hombre que conozca, o pienso que la cosa es demasiado complicada en términos de sentimientos y expectativas por parte suya o mía”.

“Creo que probablemente me pasaré sin actividad sexual a menos que encuentre a alguien por quien sienta un profundo afecto. El sexo, por sí sólo, representa muy poco para mí. Creo que lo único importante es lo que pueda haber detrás del sexo entre otra persona y yo. Además, estar sola puede ser refrescante”.

“Me mantengo célibe. A mí me gusta, pero la sociedad a veces hace difícil el hecho de estar sola, sin compañero. Hay actividades que evito porque es necesario llevar ‘pareja’. La gente a menudo piensa que algún fallo tendrás cuando no formas parte de una pareja, pero para ser independiente vale la pena ‘pasar por ella’”.

El contacto físico “carne con carne cálida y dura”, es tremendamente importante y el sexo es casi el único medio de conseguirlo en nuestra cultura cuando somos “personas mayores”. Como explicó una dama: “sí, me sentía profundamente deprimida, fría, sola, e incluso el sexo con un extraño podía ser para mí la sensación de que no estaba sola y que la vida, después de todo, no es tan amarga. Además me hace sentir que soy amada y especial”. Otra señora dijo que lo que más le gustaba del sexo era “la profunda sensación de amistad que proporciona (algunas veces falsa) y la seguridad, aunque sea momentánea, de ser abrazada. La proximidad, la intimidad, la honestidad, y después cuando una se siente feliz y cómo llena de vida en forma tal que no se siente en ningún otro momento”.

La idea de que debamos tener cierta cantidad de contacto regular genital (lo que llamamos “sexo”) es una noción muy mecánica, por decir lo mínimo. Una mujer lo describió muy bien: “hubo un tiempo en el que en todo el país los bebés eran alimentados a las dos, a las seis y a las diez en punto. Entonces, repentinamente estalló una revolución: los expertos decidieron que los bebés debían alimentarse “a petición suya”, cada diez minutos, si era necesario. Transcurrió mucho tiempo antes de que se hiciese evidente que estos dos métodos se basaban en la autoridad de los expertos.

Ahora nos dicen que debemos tener relaciones sexuales en forma “regular”, que es necesario mantener una vida sexual sana con regularidad, pero antes se suponía que no debías hacerlo, excepto una que otra vez. ¡Mierda! No necesito a ningún experto que me diga cuando cuándo tener relaciones sexuales, en qué cantidad y de qué clase. Si siento deseos, las tendré y si no, no. En mi vida y mi cuerpo haré lo que quiera con ellos”.

La sexualidad y las relaciones sexuales pueden ser sustitutos (u obscurecer nuestra necesidad) de una relación más satisfactoria con otro mundo más amplio: por ejemplo, con el trabajo. En cierta manera mientras aceptemos esta idea esquizofrénica de la vida pública y privada, estamos abrogando nuestra obligación moral de tomar parte activa en la dirección de este mundo más amplio y, a la vez, aceptando una ética de impotencia.

Mientras tanto, la comercialización y trivialización del sexo avanza más y más en nuestras vidas privadas y oscurece su más profundo sentido personal para nosotras. De hecho, ésta es la verdad, no hemos tenido una revolución sexual, pero necesitamos una.

Fuente: Derf

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